Cambiame esa cara, che, que yo veo esos ojos distintos cuando abrazás, cuando respirás en serio y cuando nos cuidás. Será que me acostumbré a elegirte así, simple y desconocido para vos mismo, para ese yo que habita en los retornos... andá a saber, andá a querer explicarte.
Mezcla aleatoria de sentido común, herencias, valores, Biblias y polvo de estrellas. Infusión inerte e incorpórea de materialismo y profundidad oceánica. Tan viajero y observador como estático tras el escritorio, mate en mano. Tan amigo, tan hermano; tan reflejo que da bronca; tan ganas de abrazarte y cagarte a cosquillas; tan absurdo contador de migajas; tan grano de arena y playa en simultáneo. ¿Quién te va a sanar a vos?
Porque hasta ese Dios necesita confesarse cada tanto, y la lluvia que la empapen en la parada del bondi; hasta el perro necesita que lo rasquen y rascarse la espalda con el pasto... hasta el pasto necesita que lo pisen y los pies necesitan ser pisados.
¿Quién te sana entonces, o quién te abriga? Acá estamos todos, siete maestros aprendices, que no somos por vos sino con vos y en ese "con-vos" es que crecemos, hasta estando lejos... ahí estamos, al lado de tu centro verde, escuchando tus milagros de libro diario como esos clientes que vienen a escuchar de todo menos números y que aparte del balance, balancean por adentro. Te cubrimos, pero cubrir no es sanar, viste. Cubrir es la aspirina; sanar es decodificar. Cubrir es explicar; sanar es sentir. Cubrir es cuidar, abrazar puede ser soltar y sentir, sanar.
Que un padre no viene solamente a cuidar, ni un chamán viene solamente a sanar. Que en el espejo está la verdad, que el Universo es irracional y que por vos dejo de ponerle miel al mate, mirá lo que te digo, papá.
Feliz día.

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