tengo una pantalla metida en el cerebro
como un ideal, se me cuela y desajusta
para no ver lo que no me gusta
-pero, entonces, ¿hay realidad que no sea desajuste?-
siempre angustiado en el fondo
como forma de catarsis inmanente
una angustia que refleja resistencia a inmolarme
en la imagen pincelada
por esas trenzas de pixel y caracteres
de bits y normas
un candombe de ideales hacinados
por la angustia, que es de todes
por no poder abrazarnos
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