lunes, 18 de enero de 2016

Desentido

En la muerte hay vida, y esa vida no es más que una sucesión de pequeñas muertes y resurrecciones desordenadas. Eso creo, en realidad te lo digo muy seguro sin saber de qué va todo esto que encasillamos en cuatro letras.
Mirá, la verdad no sé decirte qué es vivir pero sí te digo que morir es algo así como vestirse de sombras. Y no solo vestir el cuerpo, ¿viste? Hasta los ojos parecen abarrotados de un desplome, tapados hasta el cuello por un peso más pesado que la cabeza que los lleva y desilusionados, así, desiluminados, como un túnel con final. Un foso sin olores, ni abrazos, ni sonido que parezca atractivo, ni siquiera la risa se siente inocente y puede ser el disparo más letal para nuestro robot interno que busca administrar y controlar el desorden inevitable de su compañero de cuarto, ese remolino inadaptado que se lleva todo puesto menos la tierra firme, a la que caemos buscando refugio como busca la luna, alunizados y cansados de oscurecer (nos)... Un desorden inmoral que conoce lo desconocido.

Y no hay más destino predestinado que al que nos lleva la calesita: al retorno, pero no sin mareo, no sin convulsión y repulsión y decepción, mucho menos sin gravedad, porque ella es la que nos lleva hacia abajo cuando no sabemos bien dónde esta eso que nos dijeron que era y que no era. ¿Será eso todo? Será que no hay que saber, será que la fuerza es abstracta, será que nos lleva(mos) a nuestra propia huella tironeando de la boca con la carnada más amarga que nuestro hambre voraz ya conoce, desmemoriada por lo intangible. ¿Será así, como andar en bicicleta sin las manos? Porque si hay algo que sabemos es que no podemos pensar en no pensar; no podemos perseguir nuestra propia cola.
No.
Bueno, un rato si, y es divertido.
O sí, podemos, bien que podemos y mostramos que podemos, pero es tan actuado como sentir que no sentimos.
Y no se si sabemos algo en realidad. pero te digo que la fiebre de sentir se cura sola, te digo que degrada como un hongo y se alimenta de los deshechos y de todo eso que corremos al costado como posponemos los tiempos sin tiempo de hacernos compañía, con el miedo de que tengan razón esos gritos insoportables de mariposas inyectadas al pulso.
Quizás nadie quiere enfermarse, ¿sabés? Pero la enfermedad es uno mismo, y esa tierra no dolería si no pelearamos tanto contra lo que es... las pastillas solo posponen, le hacen paréntesis al reloj que llevamos en la espalda y se disuelven por lo falso de la ilusión forzada... porque las ilusiones no comen cuando están atadas, ¿o me vas a decir que no estarías enojado si te ataran pudiendo volar? Volar es la gravedad misma, es la fuerza contra todas las fuerzas, es la otra cara de la luna. Es todo eso que no tiene sentido, que no tiene que tenerlo para existir. Y así de absurdo es todo. Así somos.

¿O me vas a decir que tenés sentido? (y no hablo de sentir, hablo de la fiebre)

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