viernes, 10 de julio de 2020

anoche

Guardé tu cepillo de dientes.
Aunque estuviera en el ambiente más chico de mi casa, en la intimidad más mía, donde me saco el día de encima y me desnudo casi a diario; ocupaba mucho espacio. Ahí hace más frío en invierno, pero me da más frío si no lo saco de mi vista. Ahí me saco selfies en el inodoro y logro con una pinza que mis cejas se separen, intimidades de estos tiempos, pero el estaba inmolado, petrificado, y me miraba tanto.
 
Qué dificil es sacarlos cuando se encarnan:
los pelos
los cepillos
los amores
las palabras.
Es que ya me intimidaba. No puedo ir al baño si me están mirando.

No tengo fotos nuestras en la casa, tu ropa la dejé a un costado. Tu lado de la cama está bien planchado y no se arruga hace bastante. Todavía me quedan nuestras canciones, que cada tanto canto. Los recuerdos están más lustrados que nunca, no se cómo es que el tiempo nos hace mentir tanto. Bueno, lo de las canciones era mentira, en realidad casi nunca las canto y trato de no hacerlo; me aprendí unas nuevas con acordes bien jodidos para que la cabeza se entretenga. Es como un alplax, pero casero. Un placebo, si lo pienso un poco.
Pero el cepillo... el cepillo es un contrato. 
Hay una ética implícita en cada cepillo que se deja en una casa ajena. El cepillo es un reloj; o más bien es lo que puso en marcha al tiempo, y también lo que lo detiene. Se cicatriza en el medio de un momento de certeza, de esos momentos que no abundan en la vida, por eso se vuelve cosa del más allá, porque queda envuelto como en un halo de misticismo pedorro medio ilógico (porque, qué tiene que ver lo místico con los dientes y los baños? bueno, para mí mucho).
No sé, me costó mucho sacarlo. Mirá que en general la moral me pesa liviano.
Me acuerdo el día que lo dejaste.
No se para qué desenterré esto ahora. Hasta la semana que viene no tengo terapia.
Tengo los bolsillos llenos de acordes jodidos, de placebo y recuerdos bien lustrados, pero ahora, con tan poco lugar adentro no puedo tener el espacio más chico de la casa tan ocupado.
No es nada en contra tuyo, creo que lo tenés claro, pero ese pedacito de plástico me está ocupando el recuerdo. Y quiero que haga silencio, por eso lo guardo.
Pero aunque lo guarde, te sigo escribiendo. Las palabras no sé guardarmelas tanto.

virtual anudado

se me ha corrompido la realidad
tengo una pantalla metida en el cerebro
como un ideal, se me cuela y desajusta
para no ver lo que no me gusta

-pero, entonces, ¿hay realidad que no sea desajuste?-

siempre angustiado en el fondo
como forma de catarsis inmanente
una angustia que refleja resistencia a inmolarme
en la imagen pincelada
por esas trenzas de pixel y caracteres
de bits y normas

un candombe de ideales hacinados
por la angustia, que es de todes
por no poder abrazarnos