martes, 31 de mayo de 2016

Extracto de maíz

...como lo que sentía al encontrar ese taxista que no está apurado por saber en qué esquina doblar, que habla más que de sí mismo y propala el privilegio de una energía que tres cuartas partes de los filósofos podrían sostener en su mano derecha si soltaran su propio cerebro en el abismo de no catalogar la verdad: el valor de dejar que los oídos de adentro también sientan y no puteen como ese empleado del Banco Provincia que ve pasar el 44 mientras está llegando tarde, el colectivo pasando a la misma velocidad que pasan de largo las ondas palabras ajenas, lejanas, pasajeras, y ahí esa parte del sonido que llora por la sordera humana casi universal.
Podía escuchar en esos días los pensamientos de aquellos que solo escuchan sonidos, cuyos ojos ven formas y colores y creen que el alma es un invento desesperado de los que angustian en su fe. No los creía predecibles, simplemente los veía graciosos nadando en la parte poco profunda de la pileta, ahí donde no hay muchos lugares para moverse, como se mueven las palomas siguiendo al pisingallo por más que desconfíen (o teman, con razón) del humano y su mano.
Cosa muy distinta pasa con los ojos fijos y en silencio de todas las mujeres santas que usan de cápsula espacio-temporal la aguja y el ovillo mientras alrededor caminan 3 tanques de guerra sobre el piso abierto por un terremoto y un agujero negro pasea junto a su gato Boris. Cualquier Houdini envidiaría esa capacidad si supiera verla. Esa magia de tejer y destejer mientras el destino teje y desteje, me hace creer que ellas mismas llevan el destino en sus agujas, me hace creer que su burbuja es un paraíso real a comparación del bíblico.
Esos días prescindía de que algún ojo ajeno me viera ayudar al viejo cruzando la calle. Distinto a no importarme, diría que me daba cuenta de que no era condición necesaria y siempre distraía más de lo que alimentaba la chispa, como hace una droga, que engaña haciéndonos creer lo que en definitiva no es más que nuestras ganas de que mamá nos vea tirandonos solos del tobogán....

miércoles, 25 de mayo de 2016

Todo pasa, nada nos pasa.

Qué poco seguido agregamos un "todo" al final de la frase "depende de...". Qué lamentablemente humanos somos, refiriéndonos al otoño con el amarillo, al amor con un corazón, a la magia como coincidencia azarosa, a la vida como "algo" (una de esas palabras que sirven de relleno entre lo indecible y nuestro hambre de significados) que transcurre entre un lugar-momento y su contraparte: ese punto final que algunos ven suspensivo, otros ven infinito, mientras otros ni siquiera lo ven. O no lo quieren ver, vaya uno a saber.
No me refiero a verdad o falsedad de éstas afirmaciones como si mi palabra fuera dueña de tal amplitud, como si para las palabras mismas intentar hacer ésto no fuera un salto mortal hacia el vacío inevitable del todo. No, no me hago cargo de tal ferocidad contra la vida. Denuncio de ésta forma la simplificación de los infinitos sucesos, la compulsa adicción a darnos a nosotros mismos con cuentagotas este océano de estrellas, de alimentar esa catástrofe que somos, que creamos y pisamos como tierra firme... aparente suelo en una caída libre sin paracaídas.

Muchas veces creo que más que puntos de vista, tenemos vista de puntos.
Nos resulta más cómodo ver el punto y simplificar causas y efectos en pocas relaciones. La necesidad de ser específicos en nuestro acostumbrado racionalismo, nos achica el panorama y acorta nuestras posibilidades de expandirnos hacia el mundo y hacia el otro. Casi nunca nos preguntamos si el punto puede, simultáneamente, estar afuera y adentro, si es parte nuestra, si nos compone, o si también es parte de todos, si está compuesto por varios de esos puntos en relación. Cometemos el error de creer que todo es simple, que las cosas pasan solo por un motivo, o peor aún, que las cosas "nos pasan" (mientras preguntamos "¿por qué a mi?").
La vista de puntos escatima en realidad. Es la que provoca generalizaciones, confusiones, prejuicios...
Nada es completamente independiente, nada existe porque sí, por sí mismo, para sí mismo. Creer ésto es agujerear la existencia, es abollar la vida con una lógica fría y engañosa.
Todo es interdependiente, multifacético, fragmentado, compuesto.
Todo necesita conectarse, tocarse con cualquier sentido, en cualquier sentido, y profundamente sentido... Todo merece ser sentido (nosotros también)

Pero, ¿todo debe ser calificado? ¿todo merece ser bueno o malo? ¿correcto o incorrecto? ¿específicamente aplicable a un ejemplo? Eso lo mira el humano con su lupa... El universo es ciego, porque ve todo.
Creo que uno de nuestros mayores defectos es el complejo de superioridad que nos exige explicar todo (el mismo que estoy poniendo en práctica en este momento). Nos olvidamos que todos podemos dejar de ver algo para ver todo. Nos olvidamos del valor de que existan múltiples perspectivas, muchos departamentos con vida en cada uno, no para que cada uno sea una vida en sí, sino para que todas sean compatibles en un orden mayor, en un encuentro universal, en un edificio vital.

La locura más grande es que es mucho más habitual perderse en la superficie que en la profundidad.
Salgamos de la cómoda superficie, es más rico perderse en la profundidad.

"La locura es poder ver más allá"

~ Pensamiento expansivo formado por todas las probabilidades que inevitablemente pueden darse en una situación, sin necesariamente saberlas todas, sólo contemplándolas ~

 

"Hemos venido a la tierra a provocar el combate de las cosas que sólo quisieran soñar. Ellas sólo duermen, sólo están, mientras nosotros no les digamos: tú eres el bien, tú eres el mal, tú eres la felicidad, tú eres la desgracia..." (Todos los gatos son pardos - Carlos Fuentes)

sábado, 14 de mayo de 2016

Construir sin suelo

Ando teniendo encuentros desapegados con las palabras, algo así como rozándolas, acariciándolas sin envolverme en ellas. Términos que rodean mi día a día sin intimidarme. Algunos de ellos son: 'actitud', 'espontaneidad', 'perspectiva', 'encuentro'. De alguna forma todos se entrelazan, creando una red en la que me muevo sin esfuerzo reencontrándome con sus significados fuera de la memoria, con esos recuerdos que llegan, impactan, inflan algo adentro, se hacen sentir y siguen su camino.
Empiezo a creer que la memoria se divide en intensidades; por un lado surgen recuerdos más bien gráficos, ya sea con imágenes o sin ellas, con estructuras firmes, delimitaciones y texturas; por otro lado llegan ellos, los descarriados, los que no se buscan y que al no buscarse se encuentran, los que siempre están, los que sin palabras hacen llegar su mensaje descontracturado. Para la otra memoria todo se repite, mientras que para ésta todo es novedoso. Hay otra memoria (u otras) más que no tengo palabras para definir, pero también existe(n).
Entonces, ¿de qué memoria provendrán estas palabras? Nuevas palabras que ya son viejas, pero renacen en un cuerpo distinto, con distintas capacidades de movimiento y condiciones de existencia; una alquimia reconecta y enlaza nuevos surcos que antes no existían... ¿de qué naturaleza proviene esta capacidad? ¿sucederá todo el tiempo sin que nos demos cuenta? ¿qué sucede cuando no existen en la memoria enlaces definitivos y simplemente permitimos que todo sea nuevo, que nada se arrugue y envejezca, que el pasado y el futuro sean puro presente?

Lo viejo, lo nuevo, lo frágil, todo convive en un mismo instante, en esta mezcla que remuevo lentamente.
¿Qué es este dialecto que no entiendo?
¿Quién lo habla?
¿Me está hablando? ¿O simplemente canta?
¿Lo escucho o intento obviar que está ahí?
A veces sí, pero está, siempre está.
La magia de ser humanos nos envuelve y nos mece.

"... y los gestos, esa arquitectura de la nada, encendiendo sus lámparas a mitad del encuentro."