sábado, 11 de marzo de 2017

Anatomía de las almas

Cuentan los mitos que en los tiempos en que se miraba más al cielo, una tribu creía firmemente en lo estados químicos del alma. Habían comprobado en largas expediciones al cuerpo de los sueños, que los niños se gestaban en vientres líquidos para facilitar los cambios de estado; del gaseoso al líquido, y de éste, al sólido, gracias al cual se apretaban y ordenaban las moléculas para dar forma a las caricias, las sonrisas y las miradas. Pero toda esta forma no era más que una forma. La forma sin forma que daba color al cigoto era el verdadero rostro de cada uno, y a ese rostro se le ponía nombre de flor, de sentimiento o sólo se inventaba alguna palabra nueva para describir el color que se veía en esos viajes.
Cada ser nacía con los tres estados químicos en simultáneo, y, dependiendo del oficio de su alma, se predisponía más a un estado que a los otros. Se dice que esta tribu funcionó en equilibrio con la naturaleza hasta la tormenta del cristianismo, cuando cada rayo en forma de crucifijo los acusó de fantasiosos y pecadores. Un dato sorprendente es que ante estas acusaciones, hay registros de que los integrantes de la tribu se reían hasta el llanto; y que, frente a la hoguera en la que fueron calcinados, cantaban las canciones más hermosas con sus ojos puestos al cielo y sus pies al barro.
A ésta masacre sobrevivió un escrito en el tallo de un sauce que nunca pudieron quemar, por motivos que los pastores llamaron "magia negra" y los que no creían en nada más que en sí mismos llamaron, cortito y al pie: "magia". El sauce le ponía nombre a los estados del alma de esta manera:
A quienes dedican su vida a ser rígidos, a esos que les da miedo mirar a los ojos o sonreirle al viento, los llamaba Engranajes. Tenian una piel tan gruesa que jamás conocieron lo que era la caricia de una mariposa, pero por esta cualidad podían sobrevivir a una tonelada de los mas pesados insultos al alma. El doble filo de su peso y su coraza es que, al mismo tiempo que ésta les da estabilidad para caminar y fortaleza para derribar muros, éstos seres son mas propensos a quebrarse, por tener la misma forma que en la realidad. Sufren muy a menudo de la enfermedad que alimenta nuestra cultura de hoy: la apuritis. El problema es querer caminar mas rápido que la naturaleza, y entonces tropiezan. Como son tan grandes, al caer rompen vidas, el polvo que desprenden contamina y en sus corazones abunda el moho, por no poder airearlo a menudo.
A aquellos que saben patinar sobre el hielo de los conflictos, los llamaban Aceites de Lavanda. Llegan a tiempo a todos los choques de cabeza, y en sus bolsillos guardan una cajita con balas de consejos, una medida de océano de caricias, lo que entra en la boca de una ballena de oídos que escuchan y múltiples cobijas de abrazos (de esos que funcionan siempre como si vinieran de mamá). Ellos eran los comerciantes de la tribu, y de esa forma nunca nadie pasaba hambre.
A quienes llegan siempre una sonrisa antes que el tiempo, se los llama Oloracielo. De estos individuos estaba plagada la tribu, y por eso ellos conocían bien lo que hay más allá del vacío, y tenían mapas completos del espacio que ocupa el alma de los sueños. Se dice que estos seres, con sólo aparecer en un ambiente, techado o no, cambian el clima a soleado aunque llueva tristeza, enojo o cualquier desesperanza. Tambien se dice que en su mirada habita el color de los sueños, y su forma etérea los ayuda a infiltrarse en los sueños de los demás y hacerlos altos; toda esta maniobra la hacen con la mirada... imaginen todo lo que pueden hacer con un abrazo. Un cuento dice que son los portadores de la fórmula del arcoiris, y la pueden revelar sólo en sueños o creando su arte, que es lo mismo.
Hay quienes todavía encienden su lado más gaseoso y son estos los perseguidos en los tiempos que corren. Las dos últimas formas que redacté están siendo rechazadas desde que existe la ciencia, porque esta señora dice que son poco serias, peligrosas o ilusorias. Tenemos la suerte de que aún se mantiene encendida una llama en la gente, y esa llama siempre apaga la oscuridad del miedo.
Claro que si hablamos de los elementos, ya les hable sobre la tierra, el agua y el aire, y se preguntarán qué pasa con el fuego. Se dice que el fuego lo llevamos todos, y lo enciende la pasión por algún arte, por alguna mirada o por cualquier comida. El fuego es eso que se enciende cada vez que pasa un Oloracielo, y es eso que se amaina cuando se topa con los Aceite de Lavanda. El fuego puede ser apagado si uno pasa mucho tiempo siendo Engranaje, porque se ahoga y se corre el peligro de apagarlo para siempre, o mejor dicho hasta la próxima muerte física.
Estamos en una época en la que hay tantos Engranajes que todo anda un poco trabado, como las calles en hora pico. Se podría decir que estamos viviendo la hora pico de la existencia. Por fortuna hay maestros del aire y del agua que andan por ahí, camuflados detrás de un florero, adentro de las guitarras, en los llantos de los bebés y en miles de otros lugares donde abunda el calor de algún fuego inmortal.
El fuego, que no se crea ni se destruye, tiene mucho que ver con el alma.