domingo, 24 de julio de 2016

Humanizarse en lo bestial

Animalidad 
como reverberancia 
de lo íntimo.

Un animal no libertino, un nuevo animal nacido de su raíz y su pulso natural, con la fuerza del paradigma que nos rodea y sus prototipos y arquetipos y rellenos. Bestia nacida de lo no humano y a partir de lo humano.
Y esa idea... esa ilógica idea de ir; de buscarla; de morderse los dientes; de hacer grises con lo cromático... Lo activo en lo pasivo y viceversa. ¿Cómo hacer inacción? (¿"Cómo"?)

¿Como no morder empachado la insaciable lengua moral? 
No me mires así, fiera domesticada...

Animalidad. Animalismo.
Lejos de significados, el animal se crea a sí mismo sobre cualquier pasto improvisando su solo en la dinámica universal. Vive para darle valor a sus ideas. Existe para inflar de peso su caminar. Una aparente falta de significantes repleta de significado.
Pero nosotros, perdidos entre el pavimento con la palabra siempre ahí, cerquita; llevando de la mano ese quiste de lo no animal. Dependiente de atención, haciendo ruido, la caprichosa palabra eventualmente se agota y abre un nuevo espacio, le hace lugar a un terreno sin techo para dejar de preguntarnos "¿cómo?" y ser (¿"ser"? Suceder consciente. Res non verba, digamos):

Ser saliva; agua mamífera; bestialidad que nos da sucesividad; improvisación sobre armonías naturales que transportamos en las fibras más sensibles. Lo natural que en primera instancia creamos en nosotros y en última instancia nos crea (¿cómo hablar de lo primero y lo último en espacios atemporales? ¿cómo dejar de intentar hablar sobre ésto abarcándolo por arriba, por abajo, por su centro o su periferia?)

Y hablar de ésto siendo bestial. Hablar de ésto: la vía para dejar de hablar de ésto y en el camino de vuelta hablar de eso. Eso, la saliva, todo eso. Eso que puede dar repulsión: lo que inevitablemente compartimos. Desandar el camino, retroceder y volver a empezar, no importa con qué palabras lo digamos: toda devolución de lo caminado le queda corta a ese 'cómo' que afina mejor con la falta de peso en las ideas, con la idea de realzarse a un punto más alto y previo al nacimiento de cualquier camino; previo incluso a la existencia del rótulo "camino".


Estás siendo ese 'cómo' ahora.
Mostrás la quintaesencia del ser ahora.
Y ahora.

Y ahora.

Con todos esos retazos de comienzos, con todos los sucedáneos de sentido que acumulamos y con el sentido más íntimo que nos eriza la piel, crear una bestia pretérita y evolucionada cuyo opuesto no sea el humano, sino algo más que humano y más que bestia (¿"algo más"? ¿o más profundo? ¿más elevado? ¿importa el adjetivo cuando se siente?).

Parado en la pieza del rompecabezas 
que es paisaje final 
-y es más que una sola pieza-, 
el desorden triunfaba.

Dejó de preguntar 
para mover 
la respuesta 
en el cuerpo. 
Mover la respuesta.
Moverse.

Mover.

Ahora.